lunes, 4 de abril de 2016

Tres párrafos para Nacho




Para nuestro gran amigo Nacho Alió, que nos ha dejado precipitada, incomprensiblemente

Hagamos inventario:

Tenemos una voz fuerte y una risa ruidosa, una coleta que fue, una altura difícil de alcanzar.  Tenemos la imagen de su presencia indiscutible, el indeleble recuerdo de su manera entusiasta y nerviosa de hacer, de su pasión puesta al servicio de la vida. Y tenemos, sobre todo, su continuación presentísima en Raquel, en Elena y en Irene.


Sabemos que Nacho, como decía Julio Cortázar, sabía iluminar bruscamente lo cotidiano con el solo propósito de embellecerlo. Al servicio de esa tarea, que debería ser la que principalmente nos ocupara en la vida, ponía la ternura inagotable de sus manos grandes, su sonrisa por defecto, el click de su cámara de congelar instantes y la mirada azul de los que saben ver más allá de las fronteras.


Su chistera de mago era un saco sin fondo, un manantial de conejos blancos y un laberinto de espejos por los que adentrarse al País de las Maravillas, que es donde al fin y al cabo acabaremos encontrándonos todos.  Allí nos veremos, amigo, para ganarle una mano a la Reina de Corazones y compartir de nuevo una botella de buen vino. También, por qué no, para pasear con los perros al atardecer.

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