“También el
silencio es una opinión a veces" (Aristóteles)
Harto de mensajes inútiles, de información que yo no he pedido, de ese
incesante bombardeo de ofertas que cada vez aciertan más con mis gustos por
obra y gracia de las cookies, veo cada vez más nítido y más abierto el ojo que
nunca parpadea del Gran Hermano que habita la red y la pone al servicio del
consumismo más feroz.
Esta mecánica de spam ha transcendido de nuestros dispositivos conectados a internet para instalarse en nuestras vidas. En nuestro día a día hemos dado por bueno esa profusión de tareas menores, casi simultáneas y en su mayoría absurdas, cuya ejecución ocupa un porcentaje de nuestro tiempo que, con seguridad, no merecen.
Los Smartphones se han convertido en el eje del mal, ellos imponen su
tiranía invasiva de luces, vibraciones y sonidos, tam-tam que dicta el ritmo de
nuestros días como los tambores marcaban el ritmo de los remeros en las
galeras. Su presencia obsesiva se ha instalado en nuestras vidas como un mal
virus informático, generando una absurda necesidad de respuesta instantánea a
preguntas que en su mayoría ni son ni urgentes ni, si me apuran, necesarias.
Se nos olvida la importancia de las ausencias, de la palabra precisa y
oportuna, del silencio.
Yo seré a tu
lado silencio, silencio" (A. Storni)
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